6 de marzo de 2017

El gran torneo (The Tournament) (2009)

Estupidez grotesca

2:00 a.m.: me dispongo a ver una película con dos amigos. Palomitas, unos refrescos, luz tenue... clímax perfecto para ver buen cine. 

2:30 a.m. : mis compañeros de cine están completamente dormidos, y yo tragándome esta mierda.

El arranque es más que prometedor, con una mezcla de videojuego, concurso televisivo y película de acción. Una idea que aunque no resulta novedosa (ha originado casi un subgénero propio con títulos como Battle Royale o La Isla de los condenados) hay que reconocer que posee cierto atractivo. Sin embargo, todo se va al garete en el minuto diez, cuando aparece el sacerdote interpretado por Robert Carlyle y te das cuenta de que es un pegote en toda regla. No pude dejar de preguntarme qué pinta este personaje en toda la película.

Estamos ante un producto insultante en su estupidez. Hay situaciones que mueven a la risa de lo malas que son. Posee sangre a raudales, explosiones, tiros.... todos los ingredientes de una buena cinta de acción pero sin acercarse a saber mezclarlos con un mínimo de habilidad. Es un desbarajuste de principio a fin, su banda sonora es pésima, posee momentos vergonzosos y sus diálogos carecen del más elemental sentido. Una de las cosas que más gracia me hizo es que tan solo se centran en cinco de los personajes, olvidándose de todos los demás como si nada. Otro detallito más, fijaos en que las cámaras con las que graban están por todos los lugares.

Qué máquinas son estos tíos.




Para el público que se conforma con películas de palos y más palos sin sentido puede que hasta tenga un pase, pero para los que pedimos algo más del cine lo mejor que se puede decir es que es una pérdida de tiempo.









La película se centra en un torneo que la comunidad de asesinos a sueldo organiza cada siete años en una ciudad al azar. Al campeonato acuden los más hábiles pistoleros del mundo en una oportunidad de lujo para eliminar a la competencia, saldar viejas cuentas y ganar diez millones de dólares. En el que nos atañe el gran problema es que un inocente sacerdote es confundido por uno de los participantes y el resto hará lo posible por darle caza. Sólo una habilidosa asesina intentará protegerle de sus peligrosos colegas.





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