Paradojas que le ocurren de vez en cuando a uno, buscando entretenimiento este fin de semana he acabado cargándome de deberes. Los responsables de este aparente sinsentido han sido Nicolas Winding Refn y su excelente Drive. Una vez superada la impresión que me dejó verla me puse a buscar qué más había hecho este realizador danés. Si alguno de sus trabajos previos tiene la mitad del estilo que derrocha esta crónica noctámbula de conductores y gangsters, habrá merecido la pena el esfuerzo.
Y es que si algo caracteriza por encima de todo a Drive es precisamente eso, el estilo. Desde sus créditos iniciales, con el título estampado en una grafía y un color que recuerdan a un neón kitsch propio del Malibú de los 70, y mientras comienza a envolvernos una banda sonora etérea, intuimos que nos vamos a encontrar con algo más que un pasatiempo sin mayor pretensión. Para cuando ha pasado la primera escena, un atraco y su consiguiente huida que constituyen el perfecto ejemplo de lo que quiere decir pulso narrativo, ya se te ha olvidado lo que estabas pensando y sólo quieres seguir mirando la pantalla.
Winding Refn nos sumerge sin miramientos en un descarnado relato nocturno basado en una novela de James Sallis poblada de perdedores y peligros. Un Los Ángeles en el que los sueños tan sólo sirven para recordar el ingenuo pasado en el que aún se pensaba en tener una vida feliz. Un mundo en el que la única sujeción que resta es el mantenimiento de un código de conducta y en el que la inocencia y la belleza son dones tan escasos que merece la pena morir y matar para protegerlos.
La trama, por lo demás, es bien sencilla. El protagonista (Ryan Gosling), del que ni siquiera conocemos el nombre, es un especialista de Hollywood que alterna su trabajo con conducir para bandas de atracadores. Es un personaje impenetrable, duro y solitario. Sin embargo, su vida se tambaleará cuando conozca y se enamore de su vecina Irene (Carey Mulligan). Para ayudarla se verá implicado en un enfrentamiento con mafiosos locales.
Pero en esta ocasión no se trata tanto de qué nos cuenta sino de cómo lo hace. La película tiene un efecto casi hipnótico, con una gran carga lírica en la fotografía y montaje, alternando escenas de bella sensibilidad con brotes súbitos de violencia extrema. Winding Refn consigue levantar un universo visual que a pesar de resultar perturbador no quieres abandonar. Y eso, en esta época de blockbusters prediseñados y superhéroes en mallas ajustadas, es un mérito muy a tener en cuenta.
A crear esa atmósfera que envuelve todo el film colabora de manera decisiva el reparto. Empezando por un magnífico Ryan Gosling que, sin apenas decir más que cuatro o cinco frases, consigue transmitir todo el aislamiento que embarga a su personaje siendo creíble además en su acerada determinación. Carey Mulligan también ofrece una magnífica interpretación, convirtiéndose en la personificación de la belleza y la inocencia desamparadas, una flor que comienza a marchitarse por la espera y la soledad. Bryan Cranston encarna a Shannon, un pobre perdedor entrañable que constituye el único vínculo humano que se le conoce al protagonista, y consigue dotar al personaje de un patetismo muy humano. Como antagonistas nos encontramos con Albert Brooks y Ron Perlman en la piel de dos cabecillas criminales. Ambos realizan muy buen trabajo, plasmando Perlman una imágen más macarra y chulesca frente a la contención y el frío cálculo que inspira Brooks.
Mención aparte requiere la magnífica banda sonora, que corre a cargo de Cliff Martínez, reconocido batería que además de haber formado parte de bandas tan conocidas como los Red Hot Chili Peppers, ha realizado otros trabajos de calidad para directores como Steven Soderbergh en Sexo, mentiras y cintas de video o Solaris.

Una pequeña obra de arte dotada de una belleza visual y un pulso narrativo poco corrientes. Podría ser la obra cumbre a la que aspiraría hacer más de un buen director. No te la pierdas.

Durante el día, Driver (Ryan Gosling) trabaja en un taller y es conductor especialista de cine, pero, algunas noches de forma esporádica, trabaja como chófer para delincuentes. Shannon (Brian Cranston), su jefe, que conoce bien su talento al volante, le busca directores de cine y televisión o criminales que necesiten al mejor conductor para sus fugas, llevándose la correspondiente comisión. Pero el mundo de Driver cambia el día en que conoce a Irene (Carey Mulligan), una guapa vecina que tiene un hijo pequeño y a su marido en la cárcel.

Los tránsitos son geniales. La banda sonora y el nivel de montaje con la peli están clavados. Una película que ha pasado muy desapercibida para lo que reluce.
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