Nos dirigimos sin ambición a las salas de cine. No hay ninguna película en cartelera que nos llame la atención, así que tras las tradicionales pullas entre un grupo de cuatro tarugos, hicimos criba y nos quedamos con dos películas. Estábamos entre El caso Sloane, con buena crítica pero potente, de más de dos horas de duración, y La momia, con una nota pésima por la crítica pero una buena acepción entre el público. Y se ve que el miércoles no era día reflexivo: la acepción tarugos nos venía como anillo al dedo, porque nos quedamos con La momia.
Ya nos esperábamos una película de acción y aventuras del estilo de sus anteriores entregas, en las que era Brendan Fraser el que interpretaba al intrépido amago de Indiana Jones como protagonista, y no un recauchutado Tom Cruise que empieza a oler a rancio. Lo que no nos esperábamos era pasarnos la hora y media larga que dura la película sorteando sinsentidos y chanzas arcaicas, intentando levantar un guión que a duras penas se mantiene unido.
Los personajes, con una presentación pobre y sin evolución aparente a lo largo del film, se quedan en el tópico y no van más allá. Da la sensación de que la historia se escribió sin ganas y sin pretensiones, y nos deja un enlace de escenas de acción y efectos especiales que no innovan, que ya hemos visto en entregas anteriores o en películas del mismo género. Toca un poco las narices volver a ver la escena de la tormenta de arena con la cara de la antagonista en ella. ¿De verdad no se les ocurre nada mejor? ¿A esto está condenado el cine de acción? ¿Esta patraña les ha costado 125 millones de dólares? ¿En serio?
La verdad es que cuesta sacarle valores positivos al celuloide, pero siendo justos diremos que los efectos especiales son los que se espera de una producción de Universal Pictures. La caracterización de Sofia Boutella, la actriz que interpreta a Ahmanet, es muy elaborado, tanto el vestuario como el maquillaje, y crea un conjunto que en todas las etapas de su desarrollo va dejándonos claro en qué estado de salud y poder se encuentra. También se agradece un poco de frescura en las localizaciones, dejando de lado el antiguo Egipto para pasar a la húmeda Gran Bretaña.
Finalmente, y en esto no tiene culpa la película, queremos sacarle tarjeta amarilla a las salas de cine donde fuimos a verla. Queremos pensar que la climatización de la sala de cine debía estar estropeada. Más de uno salió con goterones de sudor en el rostro, incluso alguno de los nuestros estuvo a punto de iniciar un stripteasse para no sufrir un golpe de calor. Eso es algo que, con el precio de las entradas actuales y los palos que recibe últimamente el sector, una empresa del calibre de Yelmo Cines no se puede permitir.

Una película pobre, que se hace repetitiva y sin ganas. Estamos convencidos de que a la masa le puede entretener, pero para los que necesitamos un poco más y tenemos el corazón ligado al cine, se queda corta. Muy corta.



A pesar de estar enterrada en una tumba en lo más profundo del desierto, una antigua princesa (Sofia Boutella) cuyo destino le fue arrebatado injustamente, se despierta en la época actual, trayendo consigo una maldición que ha crecido hasta límites insospechados con el paso de miles de años.

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